miércoles, 22 de junio de 2016

Así Es El Amor Por J.A. Aguilar Ramirez.

Por fin pude entrar en ella. Pude sentir su carne y yo hundiéndome. Me costo algo de trabajo pero ahí estaba, en el lugar donde yo pensaba que solo los hombres privilegiados podían estar. Comencé a moverme adentro de aquel paraíso y mi respiración se comenzó a agitar, disfrutaba cada instante, cada centímetro que recorría en aquel carnal camino. La besaba, pero sus labios estaban fríos, mi lengua se revolcaba adentro de su boca, llenándola de mi saliva sucia. Sus labios eran piedras de ámbar que yo podía saborear mientras mi cuerpo se agitaba en su cuerpo. Tenia los ojos cerrados pero cuando mis dedos se apoyaban en sus parpados parecía que los abría para mirarme fijamente. Comencé a besar su cuello y recordé cuanto la amaba, me había enamorado de ella en la preparatoria. ¡Oh dios! Brenda era la mujer mas hermosa de mi salón, o eso es lo que yo pensaba. Me encantaban sus enormes ojos y su piel blanca, como porcelana, su sonrisa gigante y su cabello castaño lacio como tela de seda. Siempre salia con hombres rudos, es por eso que nunca se fijo en mi, pero, ¿por que dios me puso en esta situación? ¿que le había pasado a Brenda para que ella ahora estuviera aquí conmigo? Después de la prepa ella se caso con un sujeto que se dedicaba a la venta de droga. Al poco tiempo tuvieron un hijo y después de muchos años me la volví a encontrar en el centro de la ciudad. Ella me pregunto a lo que me dedicaba y cuando se lo dije se sorprendió, pero nunca creí que ella viniera a mi trabajo a visitarme después de tiempo, ahora estaba con aquella hermosa mujer y le confesaba todo el amor que sentía desde el primer día que la vi, era como caminar en un pantano lleno de una neblina densa y su mirada, su cuerpo de piedra era la luz que me guiaba. Ella no gritaba, ni si quiera gemía y su silencio era lo que mas me excitaba. Entraba y salia y solo se podía escuchar el chasquido de las cadenas que la amarraban del los barrotes de aquella plancha fría donde hacíamos el amor. Le había confesado que mi fantasía era encadenarla y ella acepto con todo gusto, o por lo menos no puso fuerza cuando la encadene a aquellas barras de metal. Paseaba mis dedos sobre sus labios y ella parecía reír y estaba feliz de estar conmigo. Le comencé a besar a aquellos grandes pechos y parecía satanás devorando la cabeza de judas cuando mordía aquellos dos pezones color rosado que eran mas unos rubíes exóticos de África. Amasaba sus glúteos y apretaba con fuerza sus caderas contra las miás. Nunca había sentido tanta energía acumulada en mi pelvis. Besaba sus brazos, sus mejillas y su piel era fría, fría como el mármol de columnas corintias, era tan hermosa, pero mas hermoso el momento que pasábamos juntos. Los bellos de sus brazos, eran como dulces telarañas entretejidas en su piel, se erizaron, tal vez era por el frio que en este lugar había, pero yo sentía que ardía como un soldado del Vieth Kong en Saigon calcinado por el napalm. Creo que era el día mas feliz de mi vida, tenia a la mujer que amaba después de tantos años. Acariciaba su cabello y cada vez que lo hacia parecía que encontraba soles rojizos atrás de su nuca, algo brillaba en la parte trasera de su cabeza. Era tan hermosa, era toda una diosa. Le susurre al oído que se fuera a vivir conmigo, que tal vez formaríamos una bonita familia en mi casa solitaria <> le dije, pero ella se mantuvo concentrada en el acto del amor, o eso creí yo. Tenia una cintura diminuta, perecía que una serpiente se había aferrado a el tronco de un árbol dándole aquella silueta. Sus largas piernas, por un momento creí que eran infinitas y las confundí con el universo en expansión. Tenia todo aquello entre mis manos sucias y enfermas. No se quejaba y eso era lo que mas me excitaba. Mariposas con alas de alambre revoloteaban en mi estomago, desgarrandolo, haciendo sentir el amor, el hermoso amor revoloteaba en mi, aquel amor enfermo, que se aferraba a mi ser y me convertía en un monstruo, así es el amor. Siempre soñé con tener a aquella mujer entre mis brazos, eran días enteros en los que lloraba por no tenerla a mi lado, le reclame a Dios, me perdí en los vicios, me hice un hombre de lo peor, pero esta noche todo había cambiado, mi vida ahora valía la pena, era tan feliz, ahora se entregaba a mi y era todo lo que en mi vida quería, estar con una mujer como Brenda, inteligente, hermosa, educada y gentil. ¿que había hecho ella para estar aquí? La tome de su cabellera por la nuca y cuando mire mis manos estaban llenas de un liquido rojo, tan brillante, tan hermoso, tan escarlata, pero ella nunca se quejo. Coloque mis manos sobre sus labios y ella sonrió, o eso parecía. Entonces ya todo estaba perdido, estaba apunto de terminar mi empresa, cuando sentí una ponzoña clavarse en mi cuello. Ahora el liquido rojo chorreaba de mi cuello ¿que había pasado? Mire a el autor de aquel cruel acto, se trataba del hijo de Brenda y este con lagrimas en los ojos y con un cuchillo en su mano exclamo <<¡maldito enfermo! ¿como es que estas haciendo esto con mi difunta madre?>> no conteste. Nunca me di cuenta de cuando aquel muchacho había entrado a la morgue donde trabajaba y donde el cadáver de Brenda había llegado aparentemente por un golpe en la cabeza. Apresure el ritmo de la situación, ya no podía aguantar tanto tiempo y entonces… entonces el maravilloso clímax llego… termine mi misión mientras el hijo de Brenda me apuñalaba mas veces en la espalda… llene de mi néctar a aquel cadáver de la mujer que mas amaba.

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